En un post anterior hablaba de nuestra facilidad para utilizar terminología TIC en ambientes cotidianos y de cómo eso, en muchas ocasiones, no es entendido. Mencionaba, creo recordar, el esfuerzo que nos supone adaptar nuestro vocabulario al que usa la mayoría de la población. Sí, sí, la mayoría, porque en ámbito TIC trabajamos un pequeño porcentaje.
Cuando yo le digo a mi padre que he contratado un viaje por Internet o que no voy al banco que miro la cuenta desde casa o que confirmé mi borrador de la declaración de la Renta por Internet… no sé lo que puede haber en su cabeza. El resultado es que, ante casi cualquier circunstancia, su pregunta es: míramelo tú en el ordenador.

La última vez me decía que quería que le mirara un viaje, a donde fuera, daba igual… «A ver papá, yo puedo mirarte un viaje y contratarlo, pero igual que vas a la agencia y le dices que quieres una oferta para España o para Europa, en el mes de junio, en Internet tengo que preguntarle a una máquina y decirle algunas cosas mínimas…». Da igual… su imagen mental ya está hecha y no hay manera!!!! En Internet (más concretamente en mi ordenador) está todo, todo y todo. Los pisos de protección oficial, la última noticia que escuchó en la radio o vió en la televisión, los viajes, el banco, el teléfono…
Al final, lo que perciben quienes tenemos cerca y no usan estas tecnologías es la omnipresencia y la omnipotencia. Al final, sin una buena guía (personal o material) no entenderán que en Internet hay «cosas» buenas y malas. Que hay que tener conciencia crítica para utilizar el medio de forma apropiada. Que hay que saber discernir. Que son necesarias medidas de seguridad y que, es imprescindible mantener la privacidad y aplicar el sentido común. Sí, sí, el sentido común, y no hacer en Internet lo que no hacemos en nuestra realidad física: No podemos comprar sin saber a quién, no podemos entrar en la cuenta del banco mostrando nuestra contraseña, no podemos…