La formación, la enseñanza y el aprendizaje, están entre mis intereses personales y profesionales. Me declaro “consumidora de teleformación” pero también “vendedora”.
En el post “Anéctodas de la teleformación” del blog Tele…formando podemos leer (…) el trabajo del equipo de teleformación consistió básicamente en atender el teléfono y “traducir” los problemas del alumnado. (…) haciendo referencia a un curso impartido en el año 2000. La cuestión es que hoy, 9 años más tarde, una gran parte de la labor de quienes componen los equipos de “seguimiento” o “tutorización” o “dinamización”… las personas que están “detrás (en el backstage)” del proceso formativo, sigue teniendo un gran componente de TRADUCCIÓN.
Tenemos tal costumbre de utilizar determinada terminología propia del campo profesional en el que nos movemos que nos olvidamos de que nuestro alumnado la desconoce. No por ello somos menos “profesionales”, hay profesionales de gran valor en procesos de formación virtual. No quisiera que se me malinterpretase, estoy a favor de la teleformación como una modalidad más de enseñanza y aprendizaje. Pero creo que, a veces, nos olvidamos de con quién trabajamos.
Nos empeñamos en formar a través de TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) a personas que no manejan la herramienta. Les hablamos de “consultar sus estadísticas de acceso”, de “compartir en los foros” o “crear un blog”, de “subir un archivo con el resultado de su práctica”, de “teclear la URL correspondiente en la barra de direcciones de su navegador” y de que “tiene que tener desactivado el bloqueador de pop-ups y activado el javascript”…
¡Madre mía! Si lo primero que necesitan es un curso para entendernos y, después, ya podrán participar en el que realmente les interesa. Se nos ha olvidado incluir estos conocimientos entre los requisitos de acceso al curso ¿no? Al final… tendremos que traducir a nuestra “jerga” cuál es la dificultad que nos plantean.
¿Qué opináis?
Saludos.