Ella tenía alrededor de 8 años, cursaba tercero de E.G.B., cree estar segura de eso. Aunque, pensándolo bien, le surgen dudas: su hermano, al que lleva poco más de 8 años, no aparece en este recuerdo y sí en todos los demás. Así que es probable que sólo tuviera 7.
Era una niña normal, en una familia normal, al menos así se sentía ella. Tenía amigas y amigos, jugaba a la peonza y a las chapas, a saltar a la goma o a la cuerda, a veces incluso a las muñecas (aunque prefería el Scalextric), iba al colegio, estudiaba, hacía actividades extraescolares y pasaba mucho tiempo con su madre. Le gustaba estar con ella, excepto algunos domingos. De vez en cuando, su madre, le decía «Vamos a jugar, vamos a peinar a las muñecas». No era precisamente, su juego favorito. Pero entendía que su madre sí disfrutaba con ello, así que se pasaban el domingo poniéndole los rulos a la Nancy o pintándole las uñas a la Lesly (porque nunca tuvo una Barbie)… Pasaba un rato con su madre y eso sí era agradable.
Cuando aquél día se fue a dormir lo hizo como siempre, sin problemas, al día siguiente había que ir a clase y ya era la hora, así que se acostó y se durmió. Hasta aquí todo normal. Algunas horas más tarde oyó ruidos, la voz de su padre… No recuerda exactamente qué pensó, probablemente algo así «Ya está papá gritando, seguro que ha bebido una copa de más». Su padre, que por aquél entonces tenía 34 años, solía beber alcohol y muchas veces más de la cuenta. Recuerda verle tambalearse por el pasillo camino del baño en demasiadas ocasiones. Sigue leyendo Cómo se rompió el despertador (Recuerdos de maltrato 1)