Se aproximaba el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, era el siguiente viernes 25 de noviembre (de 2011), así que le había preguntado a «Ella» si le apetecía que habláramos sobre ello. Al principio dudó, realmente no sabía si tendría fuerzas para hacerlo en aquel momento. Finalmente dijo que sí, que lo intentaría, pero que no podía prometerme nada. La conversación podría terminar en llanto. Así, que nos sentamos, como otras muchas veces, delante de un café.
Esta vez su relato empezó de forma distinta, se parecía más a una entrevista que a las conversaciones que habíamos mantenido en ocasiones anteriores. Parecía que le costara hablar, algo absolutamente raro en ella, como si no encontrara las palabras, no supiera o, simplemente, no tuviera nada que decir.
«El viernes es el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer, ya son 12 años conmemorándose ¿no?» – Empecé preguntándole.
Abrió los ojos y me miró por encima de sus gafas, un gesto habitual en ella, -¡Sólo 12 años!-, desconocía el hecho de que fuera mediante una resolución de la ONU (la 54/134) de 1999 como se había declarado que el día 25 de noviembre fuera el día elegido para esa conmemoración. Le sorprendió que ya hubiera sido en el siglo pasado y, sin embargo, siguiera siendo tan necesario.
Durante un rato estuvimos hablando (en realidad hablaba yo y ella asentía, negaba o me hacía preguntas que, a veces, no supe responder) sobre la legislación, los cambios en la actitud de la sociedad, de los «nuevos» mecanismos para evitarla…
«No puedo creer que la Declaración de la ONU sobre la eliminación de la violencia contra la mujer sea de 1993, es una casualidad, lo sé, pero es el año en que tuvimos que marcharnos precisamente por ese motivo. Fue el momento en que mi madre, mi hermano y yo salimos de la que, hasta entonces, había sido nuestra casa.» -Era el momento, estaba relajada y su comunicación (verbal y no verbal) volvía a ser la habitual. «Permíteme la ironía» -me dijo- «pero sólo tuvieron que pasar 5 años para que se legislara en España.»
Le parecía increíble que sólo hiciera 6 años que existía en nuestro país la «Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género» aunque,eso sí, recordaba que se había aprobado con mucha polémica.
Fue entonces cuando empezó a hablarme de las veces que la policía había tenido que ir a su casa. Había sido ella quien la había llamado y recuerda, crees que perfectamente, cómo habían sido aquellas situaciones.
«La situación era muy distinta a la que se puede dar ahora. Además, date cuenta que, nadie, ni quien vivía arriba, abajo o al lado, se le ocurría «meterse» en esos asuntos.» -Pude observar cómo le cambiaba el gesto, se le endurecía la mirada mientras seguía contándome.- «Me recuerdo agachada en la esquina que formaba la pared con el mueble sobre el que teníamos el teléfono y hablando bajo cuando, tras marcar el 091, pedía que alguien viniera, que mi padre estaba pegando a mi madre e, incluso, en alguna ocasión afirmando que la iba a matar».
«Después llegaba una pareja, normalmente dos hombres, y… ¿qué piensas que hacían?» -me pilló de sorpresa, no esperaba que me hicera esa pregunta y no supe qué responderle. Continuó afirmando que la actuación policial era, a sus ojos, casi nula, centrada únicamente en decirle a su padre que se calmara… y, después, volver a su trabajo.» -Fui entonces yo quien abrió lo ojos cuanto pude. «¿Cómo? ¿Qué me estás diciendo? ¿Que os dejaban allí, con él?» Le pregunté.
«Pues justo eso, llegaban, le decían a mi padre hombre eso no se hace, estaban allí unos diez o quince minutos, le preguntaban a mi madre si quería poner una denuncia y se iban. ¡Cómo iba a poner mi madre una denuncia en aquellos años! ¡¿Quién lo hacía?!» -Esta vez las preguntas eran retóricas, no esperaba que yo le respondiera.
Estuvimos hablando un rato más sobre el cambio en la intervención de la policía. Sobre cómo ahora, aunque la víctima no pusiera una denuncia, no se permitiría que, al menos ese día, se quedaran en el mismo domicilio (probablemente él pasaría la noche en «calabozos»), como ya no sería una denuncia por «faltas» y cómo nadie pondría en duda lo ocurrido, como pasó la única vez en que Ella y su madre fueron a comisaría.
Pero eso… lo dejamos para otra ocasión.